lunes, 1 de marzo de 2010

Ordesa y Monte Perdido

ante el esplendor de la Naturaleza sobran las palabras...

... y ahora que hago yo,

poeta y amante de la naturaleza,

con toda esta inmensidad,

en un mundo de pesas

y medidas ?

adaptación de un poema por Marina Tsvietaieva (1892-1941)

Meditación


camina por senderos que


imagen de escultura bajada desde la web del Kyoto National Museum www.kyohaku.go.jp/eng/syuzou/index.html



tienen corazón



domingo, 28 de febrero de 2010

La Búsqueda incansable



Cuando buscamos algo, lo hacemos porque no tenemos lo que buscamos. Dios/la Vida/nuestro Ser es una Inmensidad y siempre me pregunto si algún día descansaré de tanto peregrinar por la Vida, en todas sus formas buscando a ese Algo que me trasciende y me llama. A lo mejor, Dios en mí está experimentando las vivencias de esas miles de materializaciones y no me entero. Quizás, algún día, al llegar a casa, encuentre a Dios en mi salón y el me pregunte: "¿ Cómo te ha ido el día, la Vida?". Y yo le responderé: "¡Buscándote por todas partes! ¿Y que haces Tu aquí? ¿No tendrías que estar en los confines del espacio, inaccesible?".

La búsqueda exterior siempre refleja la ausencia de algo en nuestro interior. Vivimos así miles de vidas, experimentando un silencio y vacío internos que no soportamos, que nos tortura, que nos lleva a asumir actitudes que más tarde tendremos que perdonar(nos). Al principio, la Búsqueda es ruidosa, queremos cambiar el mundo, todo lo que nos rodea, creemos que tenemos la verdad y la razón a nuestro lado. Y cometemos barbaridades en nombre de una verdad que creemos poseer. Con el tiempo, nos vamos callando, elegimos las palabras que decimos, y somos más cautos a la hora de dar una opinión. Hasta que llegamos a un punto de silencio, de soledad, y volvemos a estar, otra vez, en el punto de partida. En un estado de ausencia, de punto cero cuántico en nuestro corazón. Pero, esta vez, aunque estemos en el mismo punto, no somos la misma persona. La búsqueda nos hizo cambiar. Nos hizo movernos durante miles de vidas, nos hizo asumir miles de formas de vida, nos hizo aprender de todo, nos hizo, en ese momento sin que nos diéramos cuenta, nos hizo vivir a nuestro Ser, a la Vida, a Dios, bajo todas sus formas. Y ahora que hemos llegado, otra vez, al punto de partida, reconocemos que nunca estuvimos solos ni desamparados. Dios, nuestra Alma, nuestra Consciencia Pura siempre han estado en nuestra casa, en nuestro cuerpo y mente, siempre nos saludan cuando llegamos a nuestro salón, a nuestro corazón, a nuestro destino. La cuestión es que, equivocadamente, o no, LO buscábamos en el exterior porque no Lo reconocíamos dentro. Este reconocimiento conlleva mucha responsabilidad. No podemos seguir haciendo las cosas de la misma manera de siempre. Cuando vemos a Dios, a la Vida, a nuestra Alma en nuestro corazón, todo cambia. Cambia la manera en que nos miramos a nosotros mismos y a todo lo que hacemos. Descubrimos una profundidad, un amor, un silencio y una creatividad tan grandes en este reencuentro, que nos hace sentarnos, llorar, morir para todo lo que exteriormente nos dominaba, morir para todo lo que no es, para todo lo que no somos. Y esto es muy duro y muy solitario. La muerte del viejo Yo sólo acontece en nuestro desierto y silencio interiores, en nuestra Soledad. Nadie nos puede ayudar o hacerlo por nosotros. Es como subir o escalar una montaña. Es una batalla anónima, sin una audiencia que nos aplauda. Es una obra alquímica de esfuerzo personal que requiere nuestra total dedicación y concentración. Y nadie nos garantiza que alcanzaremos la cumbre. Pero tenemos que seguir hacia delante. No podemos parar. Las adversidades son muchas. Los dolores, las calambres, los aludes y los desánimos también. Y hay momentos en que nada parece tener sentido. Pero, ¿no era esto lo que estábamos buscando - a Dios, a nuestra Alma, a nuestro Ser Original, a nuestra paz y felicidad interiores?. Sólo hay un camino. ¡Seguir luchando!. ¡Seguir subiendo nuestras Montañas!

Esta interiorización de la Búsqueda nos libera para SER. Nos libera de querer hacer mil cosas, de estar siempre ocupados, nos libera de nunca tener tiempo para simplemente ser. Ya no somos más lo que hacemos, somos, a partir de ese momento, todo lo que nos permitimos ser. ¡Libres! de las ataduras de lo político-social-religioso, y de todas las exigencias inconscientes que nos hacíamos a nosotros mismos y a los demás. Los templos externos se construyen poniendo piedra sobre piedra. El templo interno se construye sacando las piedras de las murallas que hemos erigido alrededor de nuestro EGO. Es un vaciar, un despojamiento, un crear un templo abierto, sin puertas ni murallas. El templo interno no tiene piedras, no tiene paredes, es la Inmensidad misma, la Inmensidad de una montaña, la Inmensidad de nuestro Ser. No hay nada que defender, no hay nada que demostrar. Cuando nos asentamos en este estado de interiorización, no hay necesidad de buscar reconocimientos exteriores, no hay que convencer de nada a nadie. Estamos en paz y libres de toda atadura. Sin nada, ni nadie a que apegarse, el buscador de Si Mismo incluso pierde el ensimismamiento de creerse "alguien". El sufrimiento y el dolor le van abandonando porque ya no tienen alimento emocional ni mental. En este Silencio, en esta Paz y en esta Inmensidad interiores, el incansable buscador de Dios, de la Vida y del Ser va finalmente encontrando a ese Absoluto - que es su propia esencia, su Alma. Su verdadera naturaleza. Su alegría. Su ¡Inmensa Libertad! En ese momento, el buscador encuentra ¡su Montaña!...

carmen gonzalez moniz



lunes, 15 de febrero de 2010

Monte Perdido















por algo he comprendido
que cayera la nieve
en verano
así la montaña es
poeta


Cuando me siento perdida, cansada o derrotada por las adversidades o vicisitudes de la vida cotidiana, me busco y me encuentro siempre ante el Monte Perdido (Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido). Es una zona muy especial para mi, en la que me conecto con mi alma y me aporta paz, claridad y fuerza para seguir viajando hacia el horizonte y encontrar mi destino. Destino y horizonte que son sinónimos para mi de la búsqueda incansable de mi misma por encontrarme a mi verdadero yo en este eterno e incansable viaje que es... la VIDA.